Era cerca de medianoche del día 13 de marzo de 1928 en los alrededores del pueblo californiano de Santa Clarita, a 30 km al noroeste de Los Ángeles. La presa de San Francis, de 61 metros de altura y 200m de coronación se encontraba llena. El propósito de esta presa era proporcionar unos 47 Hm3 adicionales al acueducto de Los Ángeles-Owens River, garantizando el suministro de agua a la ciudad de Los Ángeles.

La rotura de esta presa se produjo de manera violenta, faltando unos minutos para la medianoche del 12 al 13 de marzo de 1928, originando una impresionante riada de no menos de 4 horas de duración, la ola generada llegó a tener 24 metros de altura. Cuando alcanzó a Santa Paula (42 millas al sur de la presa), el agua se elevaba más de 7,5 metros. Casi todo en su trayectoria fue destruido: viviendas, estructuras, ferrocarriles, puentes, ganado y huertas. Las aguas impetuosas barrieron el valle de Santa Clara hacia el Océano Pacífico, entre Oxnard y Ventura. (Caro, 2005)

Este desastre causó unos 450 muertos y miles de heridos (número de fallecimientos similares al famoso terremoto de 1906 en San Francisco), además de incalculables pérdidas económicas: 10 puentes fueron arrasados y se perdieron unos 1.200 hogares. Pero pudo ser aún peor, de no haber sido por el abnegado esfuerzo de dos motoristas que arriesgando sus vidas, avisaron del inminente peligro a los vecinos de la comunidad de Santa Paula. Poco después de la 1:30h del 13 marzo de 1928, un mensaje urgente de desastre inminente llegaba a la operadora del turno de noche Louise Gipe, en Santa Paula. Louise notificó rápidamente a los policías Thorton Edwards y Stanley Baker, así como a las autoridades y a los ciudadanos cuyas casas se encontraban en las zonas inundables, que la presa de San Francis se había roto alertando así que un torrente de agua iba a arrasar la ciudad. Transcurriendo más de una hora y media desde la rotura de la presa, hasta el momento en el que se empezó a avisar a la población. Fue gracias a las acciones de Edwards y Baker que muchos ciudadanos pudieron salvar sus vidas, ya que arriesgando sus vidas recorrieron las calles de Santa Paula y alrededores, para alertar tocando el claxon de su moto a los vecinos que dormían ajenos al problema.

La tragedia de la rotura de la presa de St. Francis fue un escándalo que dio lugar a la desacreditación de su constructor, Willian Mulholland. Él mismo propuso, diseñó, y supervisó la construcción del acueducto de Los Ángeles, que trajo el agua del Owens Valley a la ciudad. En el juicio, Mulholland admitió haber estado en la presa horas antes de la rotura, pero señaló que no había notado nada fuera de lo común. Mulholland asumió toda la responsabilidad de la tragedia: “Esto se debe a un error humano: no busque más, el humano soy yo. Sólo envidio no haber muerto con ellos..”.

Este relato es tan solo un ejemplo entre muchos otros accidentes parecidos que, por desgracia, han sucedido en el pasado y seguirán sucediendo en el futuro. Tan solo en España existen unas 30.000 balsas de alto riesgo para la población ante una rotura y 1.200 presas.